RESUMEN:
El hombre que ha tomado consciencia de su naturaleza, de su esencia y de
su propósito en este mundo, es un ser que ha recuperado el cuidado de su alma.
Ese hombre, sabe y entiende que en todo lo que hacemos esta presente una
dimensión nuestra, invisible a los ojos pero sensible a los sentidos más
profundos, que participa activamente en las acciones y deja su huella de una u
otra manera.
Sabe igualmente que las relaciones, todos los roles que asumimos y todos
los ámbitos en los cuales nos desenvolvemos, especialmente el trabajo, son en
esencia escenarios para la expresión del alma.
El alma necesita entonces de cuidados, de tiempos, de lugares y de
prácticas para su alimento, que garanticen no sólo que ésta se nutre, se
expresa y se desarrolla sino también que cumple su propósito de vida y obra.
“El
hombre se está perdiendo en el trabajo al anteponer
las necesidades básicas de supervivencia
a los principios básicos y elementales de la existencia”
Rafael G. Hernández M
INTRODUCCION
Al parecer el hombre hoy se enfrenta, como en muchas
otras ocasiones y situaciones, a una
dualidad: la supervivencia o la existencia.
En el mundo del trabajo, muchas personas o bien están
sacrificando sus más profundas creencias y principios o simplemente están
renunciando a ellos para mantenerse con vida en este mundo competitivo que se
devora al hombre y su esencia.
En esta época que vivimos y más recientemente en los
últimos 10 años, quizás producto de la acelerada globalización de los mercados,
las organizaciones se han enfrentado a muchos cambios para sobrevivir. En los
países en vía de desarrollo, muchas empresas han sucumbido a los grandes
consorcios y empresas multinacionales, cediendo gran parte de sus acciones como
una vía para su subsistencia.
Así, este llamado “crecimiento expansivo”, de los
grandes grupos económicos transnacionales parece estar siendo, más bien, un
regreso del capitalismo salvaje y voraz dispuesto a hacer lo que sea para
satisfacer su insaciable apetito.
Estos movimientos están impactando fuertemente las
culturas de las organizaciones y por supuesto la calidad de vida de la gente en
el trabajo.
En Colombia, por ejemplo, empresas que antes eran
nuestro orgullo por su crecimiento y desarrollo a través de la gente (y no a
pesar de ella) han cedido sus principales prácticas en materia de gestión
humana, a las nuevas políticas de sus nuevos accionistas, que sólo buscan los
resultados, en la mayoría de los casos, a cualquier precio.
De otro lado, muchos directivos jóvenes, algunos
producto de la cultura “Light” consideran los asuntos humanos del trabajo como
temas meramente existenciales que no competen para nada a la organización pues
su enfoque de la empresas se orienta más bien a lugares de trabajo, de
producción, que a comunidades de aprendizaje que buscan su crecimiento y
realización.
Todas esta situaciones encierran un concepto diferente
de “desarrollo”, tanto organizacional como humano, que a su vez implica una
serie de prácticas en la forma de hacer las cosas en el trabajo algunas de
ellas que traen mayores conocimientos y tecnologías, pero muchas otras van en
detrimento del hombre como centro de las empresas.
¿Pero, qué implicaciones tiene ello para el cuidado
del alma?
Pues bien, como consecuencia de esa idea de
desarrollo, se está dando un énfasis excesivo en la orientación del trabajo de
las personas hacia lo meramente productivo, al elemento puramente técnico, al
resultado en muchos casos a cualquier precio, afectando inclusive empleados,
proveedores y hasta el mismo cliente.
La obsesión de muchos grupos empresariales por ser
“gigantes” en el mercado global, los ha llevado a ver más las empresas como
negocios generadores de riqueza para algunos que como verdaderos centros de desarrollo
con beneficio para toda una comunidad, un país, el mundo.
Muchos, dejan su vocación, aquello en lo que han sido
buenos, pioneros y reconocidos para incursionar en cualquier sector que sea
atractivo desde la mera rentabilidad. ¿Sera que el miedo a ser “pequeños” se
apodero de su ego?
1.
EL LADO EXISTENCIAL DEL TRABAJO
“El hombre no
existe para el trabajo, el trabajo existe para que
el hombre sea a través de
él.”
Rafael G. Hernández M.
Si nos remontamos
un poco en la historia, recordamos que Maslow hizo un gran aporte a la comprensión del hombre con su modelo del
funcionamiento jerárquico de las necesidades humanas. La pirámide de las necesidades
de Maslow ampliamente divulgada por la psicología humanista y transferida al entorno
de las organizaciones, generó una nueva visión de las acciones prácticas para
adaptarse al medio.
El aporte esencial
de Maslow consistió en precisar que las
necesidades humanas funcionan en forma jerárquica. Es decir que cuando una
necesidad queda satisfecha aparece otra nueva necesidad. Ello hace que pueda
decirse que si se satisface una necesidad que no está siendo percibida en ese
momento, ésta no sólo no queda satisfecha, ya que el estímulo no es recibido,
sino que permanece el estado de insatisfacción.
Sin embargo y
aunque Maslow estructuró las necesidades del hombre en relación al trabajo, la
mayor parte de las interpretaciones y aplicaciones en el mundo laboral se
centran en la satisfacción de las necesidades “básicas” o de “supervivencia”,
con el olvido o descuido de las trascendentes o existenciales que, finalmente
son las que apuntan a la verdadera autorrealización, entre otras razones por
que el trabajo no deja de ser sino uno
de los elementos proveen la satisfacción del hombre y no el único como
desafortunadamente lo es para muchos.
Así, y aunque hemos reconocido que somos seres
definitivamente afectivos y espirituales, los modelos de desarrollo actual
parecen desconocer este plano. Las organizaciones en sus “sistemas de trabajo”
otorgan poco tiempo, espacio y recursos para el fortalecimiento de esta
dimensión. Basta simplemente, a manera de ejemplo, observar como se pretende
reemplazar un espacio de “cara a cara” como los son las sesiones presenciales
de un equipo o de un jefe y sus colaboradores, por espacios y medios
exclusivamente virtuales, donde la tecnología está volviendo al hombre un
objeto y se está perdiendo como sujeto. En días recientes me decía un
participante a un taller que llevaba casi tres meses sin “ver” (también dijo
que sin sentir) a su jefe y no porque estuviera en vacaciones o incapacitado
sino porque su comunicación se esta reduciendo al correo electrónico y a las
tele conferencias.
Si
no queremos convertirnos en víctimas de la tecnología, del desequilibrio,
debemos entender que la concepción fría del desarrollo hace fácil que ocurran más víctimas de tantos males que
fácilmente hacen presa de las personas cuando la depravación socio-afectiva se
vuelve costumbre.
Pero
como siempre existen salidas, una de ellas le compete a cada individuo, así su
empresa vaya en otra dirección. Cada uno debe recuperar el sentido del trabajo
en su vida y entender cuál es la misión que está cumpliendo en esta tierra
desde esa función, ese rol o esa tarea. Cuando alcancemos la respuesta al ¿PARA
QUE ESTOY AQUÍ?, aplicada al equipo o la empresa, comenzaremos a descubrir que
en definitiva, lo que considerábamos como esencial (funciones, procedimientos,
tareas, etc.) no es más que un “pretexto” para el cumplimiento de una tarea
mayor, la del Alma.
Pero, ¿Qué es el alma?
Si bien el concepto del alma es un tema que ha ocupado
a cientos de filósofos, teólogos, antropólogos y psicólogos, entre otros, y
sobre ella se han escrito cientos de hipótesis dependiendo de la perspectiva de
su autor, también es cierto, como en muchos otros temas de esta misma
naturaleza, que las respuestas dadas no se pueden dar por agotadas pues compete
al cada persona, según su sistema de creencias el adoptar una determinada
postura frente al tema.
De otro lado, algunos relacionan a noción de «alma» a los
conceptos del yo, del pensamiento, de la conciencia, etc.,
Para efectos este escrito daremos un concepto de alma que, en nuestro
sentir no riñe con otras ideas al respecto y tiene los fines ilustrativos
requeridos para entender la afirmación que da origen al nombre de este documento.
El alma, es
metafóricamente hablando es, “el aire que circunda al equipo, lo alimenta y lo
hace crecer”:
- El
Alma es como el DNA del equipo: Aunque pareciera que en este caso ese DNA
es invisible, según la física cuántica y los modelos holistas, existe un
"Quantum" de energía, que contiene la proporción de ánima y
animus que el equipo ha ido desarrollando. Así, éste contiene la esencia de la personalidad del equipo
que lo hace diferente de otros equipos y lo dota de unas características
propias que impactan su desempeño y su productividad.
- El
alma del equipo comienza a gestarse desde su creación y se consolida en la
madurez del equipo: Un equipo no nace con un alma plenamente conformada
sino más bien con un espíritu incipiente que se va desarrollando conforme
al proceso del equipo y se alimenta de las relaciones y los vínculos que
se crean al interior del mismo.
- El
alma del equipo tiene características de quienes lo crean y de quienes lo
conforman: No solo las razones y propósitos que dan origen a un equipo,
determinan su naturaleza. Tanto quien o quienes lo crean como quines lo
conforman, aportan un porcentaje a la conformación del alma del equipo. Si
la proporción o porcentaje es equitativa a sus miembros, el equipo tiene entonces
un alma representativa de sus partes.
- El
Alma del equipo tiene dos grandes componentes: El Animus, que es el principio paterno y
proporciona autoridad y dirección.
El espíritu del padre esta
presente en hombres, mujeres, familias,
organizaciones, lugares o naciones y por supuesto, en los equipos
de trabajo. Algunos podrían pensar
que este componente corresponde a quien ejerce la Jefatura formal del equipo,
mientras otros podrían pensar que este componente lo encarna el líder. Ello
podría ser cierto para un equipo recién conformado y en proceso de
estructuración. Sin embargo en un equipo maduro y desarrollado el Animus
pertenece al equipo como un todo y no a las partes que lo conforman.
El segundo componente del alma, es el Ánima
que representa el principio materno y femenino de la existencia y provee el
cuidado, la atención, el afecto y la intuición, entre otros. Al igual que el
animus, el anima esta presente en hombres, mujeres, familias, organizaciones, lugares o naciones y por
supuesto, en los equipos de trabajo. Así, en un equipo maduro y desarrollado,
el cuidado del equipo, en todas sus dimensiones, es un atributo que no puede
estar en cabeza de una sola persona. En
las etapas de conformación de un equipo de trabajo, este aspecto suele ser
clave para toda la vida del equipo y por tanto requiere de especial atención.
Pero, ¿cómo se conforma y desarrolla el alma de un
equipo?
3. El ALMA DE
LOS EQUIPOS: SUS RELACIONES
"En el trabajo, los signos sutiles de una posible amistad
suelen aparecer rápidamente, y la gente descubre
amigos en potencia entre sus compañeros de trabajo.
Creo que las empresas harían bien en tener en cuenta la
importancia de estas amistades para alimentar y sostener el alma del
negocio"
(Thomas Moore. Las Relaciones del Alma)
Hablar de “relaciones” en el mundo organizacional puede
sonar en principio algo extraño por las connotaciones que normalmente se le dan
a esta palabra y mucho más cuanto éstas se mencionan en el contexto del
desarrollo del alma de un equipo de trabajo.
Términos como compañeros
de trabajo y amigos, relaciones de trabajo y relaciones de amistad, aparecen como
situaciones que no deben ir mezcladas. En muchas ocasiones se tiene la creencia
que fomentar las amistades en el sitio de trabajo no es conveniente para la
productividad ya que hace que el cumplimiento de normas y otros puedan ser
flexibilizados o a veces pasados por alto, en gracia del vínculo y los afectos
que se establecen entre las personas. Aun más, muchas organizaciones tienen
dentro de sus políticas la prohibición expresa de generar vínculos que puedan
poner en situación difícil la toma de decisiones por aquello de los conflictos
de intereses.
Así entonces, en el mundo laboral se tiene la creencia
que las relaciones de trabajo deben enmarcarse casi exclusivamente en
relaciones meramente funcionales y centradas en las tareas o en los procesos, en
la autoridad o poder externo que dan los cargos o en las tareas y en los
resultados que deben producir los equipos de trabajo.
El resultado es fácilmente predecible. Las personas no se
relacionan entonces desde y por lo que SON
sino desde y por lo que HACEN,
provistas además de máscaras que les impiden mostrar lo que verdaderamente son,
generalmente por temor a la opinión de
otros sobre ellos, a la no-aceptación de sus ideas, o a no tener el
reconocimiento externo aparentemente requerido para sobrevivir en comunidad,
entre otros.
Nada más lejano a las realidades y necesidades del Ser y del
alma de los equipos, que todas estas prohibiciones que alejan a quienes hacen
parte de una organización de ver y entender con amplitud de consciencia, el
propósito esencial que los reúne al hacer parte de una misma
"familia", "comunidad" o "equipo de trabajo" lo
cual, obviamente, sólo se consigue creando relaciones de confianza, basadas en el respeto mutuo y en una adecuada
comunicación que alimente el conocimiento del otro y facilite el intercambio de
ideas, opiniones, y sentimientos a través de diversas actividades.
Por su misma naturaleza, quienes conforman un equipo de
trabajo, requieren una serie de
elementos conectivos que les permitan sentir que, evidentemente, "hacen
comunión" alrededor de tales elementos y que éstos tienen en si mismos el
poder de movilizar dicha comunidad hacia el logro de objetivos centrados en el
bien común.
4. El
SENTIDO DE LAS RELACIONES
“Toda relación tiene un propósito mayor. Descubrirlo y
hacerlo realidad
es una tarea digna y plausible”
Rafael G. Hernández M.
Como se dijo antes, muchas personas se relacionan desde
una perspectiva meramente funcional y esto suele suceder con mucha frecuencia
en los equipos de trabajo. Cuando ello ocurre el verdadero propósito de la
relación puede llegar a permanecer oculto y el alma del equipo puede no
consolidarse.
De igual manera, todas las personas con quienes nos
relacionamos cumplen un papel en nuestras vidas que va más allá del rol que
representan. Así, el jefe “debe” ser más que un jefe, el padre, más que un padre,
el vecino, más que un vecino. Y, ¿el compañero de nuestro equipo de trabajo,
que viene siendo?
Sin embargo, al mirar las relaciones desde una
perspectiva estrecha del rol, la función, la tarea, el beneficio, pasamos por
alto un sentido existencial mayor que está implícito en toda relación: Un aprendizaje
para la vida.
Podemos decir sin temor a equivocarnos que toda persona
con quien nos relacionamos trae para nosotros una lección de vida, un
aprendizaje vital que sólo puede darse en esa relación y que, precisamente por
ello, el sentido de la relación está allí y trasciende las razones con que
comúnmente explicamos cualquier relación. El sentido o propósito entonces de
cualquier encuentro, no importa su duración, va más allá de los hechos que
ocurren en dicho encuentro.
Así podemos decir que las relaciones son en sí mismas una
gran escuela, un laboratorio donde los hechos que ocurren son los simples
medios para que tenga lugar el verdadero sentido de cualquier relación.
Para un equipo de trabajo este asunto no debe pasarse por
alto. Un grupo de personas no sólo se reúne entonces para desarrollar un
proyecto, mejorar un proceso, lograr unas metas. Un equipo de trabajo tiene una
misión de desarrollo para y por los miembros que lo conforman. Esa es la tarea
de su “alma”, ya sea del “ánima” o del “ánimus”.
5. LA ESENCIA DE LAS RELACIONES
“Todas nuestras relaciones pueden
tener Alma, no sólo aquellas
que se consideran especiales”
Thomas
Moore
Cuando entramos en contacto con cualquier persona,
generamos una opinión o primera impresión sobre esa persona sobre nuestra
relación con ella.
Esta primera imagen, puede ir evolucionando con el tiempo
y llegar a cambiar significativamente o permanecer igual, dependiendo de la
profundidad que le demos y del conocimiento que se genere entre las partes.
Socialmente, clasificamos como relaciones especiales
aquellas que llevan implícita una cierta carga afectiva emocional que
consideramos importante y relevante para la relación misma, ya sea amistad,
aprecio, amor o cualquier otro sentimiento. Si éstos afectos crecen, el vínculo
que se establece es cada vez mayor y conforman para la mayoría el eje o alma de
la relación.
Sin embargo, toda relación tiene un “alma” por
desarrollar, no importa la impresión que nos hayamos llevado o que tengamos de
la persona ni el tipo de vínculo que exista.
El “alma” de la relación podría decirse que es un hilo
conector invisible que une a las personas para que, mediante ese contacto
puedan desarrollar el propósito de la relación.
Entonces, si el alma de un equipo es “el aire que lo, lo alimenta y lo hace crecer”, las relaciones son
el “hilo conector” que hace posible la existencia del alma del equipo.
Y, ¿cómo se crea ese hilo?
6. CONOCER AL
OTRO
“Quien no conoce nada, no ama nada”
Autor desconocido.
El conocimiento del otro es, en sí mismo, el vehículo
perfecto para descubrir el “alma” de la relación y por ende el propósito que
trae consigo.
Sin embargo este conocimiento no puede ser superficial y
ligero fruto de las relaciones funcionales ya mencionadas. Requiere de las
partes un grado de apertura y profundidad que permita ir revelando los
misterios mismos de la relación y el sentido que tiene la presencia del otro en
nuestras vidas.
El verdadero conocimiento del otro, trasciende las funciones,
las tareas, los gustos; es decir, supera el terreno de lo obvio, de lo
conocido, de lo que normalmente se expone sin restricción alguna. El verdadero
conocimiento permite que cada persona exponga abiertamente su “ánima” y su
“animus” para que el alma del equipo los contenga a ambos.
El auténtico conocimiento implica cierto grado de
desnudez ante el otro que permita mostrarnos como somos, libres de prejuicios,
temores, máscaras, etc. Para ello, es necesario superar ideas equivocadas tales
como “El qué dirán”, “No me van a aceptar”, “No tenemos nada en común”, “Voy a
hacer el ridículo”, “No se puede confiar en la gente”, “Me pueden volver a
herir”, entre otras.
Cuando se “integra”
un equipo de trabajo, poco tiempo se invierte en la verdadera “integración”. Los elegidos son
convocados para “producir” y lograr resultados pero, en ese camino, los
miembros suelen pasar juntos muchas horas dedicados a las tareas y ser unos
perfectos desconocidos que, lo único que parecen tener en común, y eso si acaso
lo comparten, es la tarea misma. Todo el tiempo que se invierta en el
fortalecimiento de unas relaciones auténticas entre los miembros de un equipo,
recompensarán con creces el propósito que los haya llevado a estar juntos.
Pero, ¿cómo se llega al conocimiento profundo del otro?
Pues necesariamente desarrollando todas las habilidades comunicacionales
posibles que permitan el acercamiento necesario para que fluya el conocimiento.
Comúnmente, centramos nuestra comunicación con el otro
casi exclusivamente en la palabra hablada. Si bien está tiene un poder inmenso
tanto para acercar como para alejar dado el poder que tiene por las
connotaciones emocionales que es capaz de provocar, hay muchos otros canales no
explotados ni aprovechados en su infinito potencial: la palabras escrita, el
lenguaje de los gestos, del cuerpo, el color, el olor, el espacio físico que
existe en el momento de la comunicación, aún el mismo silencio y por supuesto,
la escucha.
INVITACION FINAL
Si las organizaciones quieren crear verdaderas culturas
de trabajo en equipo, no deberían pasar por alto la existencia del alma en los
equipos.
Aunque pueda sonar muy simple, si se quiere avanzar en el
mundo de la productividad, ésta debe ser basada en relaciones y para ello, hay
que promover
las relaciones desde el alma. Así mismo, si se quiere
fortalecer el alma de un equipo, pues hay que trabajar por ello. La evitación
del contacto con el otro, un mecanismo de defensa y de autoprotección muy usado
en épocas de miedo y desconfianza, no soluciona el asunto.
El riesgo es inminente pero los beneficios para la
calidad de vida son superiores. Sólo abriendo las puertas de nuestro mundo al
otro, podremos crear puentes y derrumbar los muros que hemos venido
construyendo queriéndonos proteger, cuando en realidad nos hemos ido quedando
solos.
Atreverse al conocimiento de si mismo, a través del otro,
es una forma natural de crecimiento que redundará en aprendizajes
significativos para la vida. Un equipo de trabajo que se conoce y se conoce
bien podrá trascender la tarea e independientemente de los resultados que
obtenga, habrá alcanzado un nivel de desarrollo superior al que tenían
individualmente sus miembros antes de conformarlo.
El Alma de toda relación existe aun cuando no la hayamos
descubierto. El alma en un equipo de trabajo existe. El reto está en hacerla
evidente para que pueda alcanzarse el propósito básico de toda relación. En ese
camino, requieren el fortalecimiento de sus dos componentes, ánima y ánimus
deben ser equitativamente cultivados para dar a luz un alma viva y completa.
Sólo desarrollando nuestro potencial comunicacional y
relacional podremos llegar a contactar verdaderamente con el otro y desarrollar
así los vínculos necesarios para acrecentar, disfrutar y celebrar nuestra
participación en EQUIPOS QUE TIENEN ALMA.
BIBLIOGRAFIA
Bridges, William. The Carácter of Organizations. Using
Jungian Type in Organizacional Development. David-Black Publishing. California.
Mora, José Ferrater, Diccionario de filosofía Alianza
Editorial, Madrid 1979 tomo primero páginas 101-109
Moore, Thomas. Las Relaciones del Alma. Urano Bolsillo.
Ulloa, Luis Felipe. 2001. Vers.. 09/12/13. --A Construir
organizaciones con alma: El Espíritu de las organizaciones. Capítulo de “A
Construir la foto de la organización”.--
Versión primaria en CAMPO GRUPAL (Biblioteca Grupal).