miércoles, 12 de marzo de 2014



Mucho hemos oído decir sobe el “vaciar la mente”, haciendo referencia en algunos casos a parar ese loco diálogo interno, donde el ego quiere tomar el control de nuestras vidas, llenando la cabeza de mil conjeturas y supuestos sobre el futuro. EN otros casos la expresión también ha sido usada para significar ese “borrar el pasado” dejando atrás todo el recuerdo de experiencias generalmente no gratas y evitando así que el miedo quiera apoderarse del pronóstico por su repetición.

La más escuchada sin lugar a dudas hace referencia a ese vaciar de la mente y estar en el aquí y el ahora, en el momento presente, viviendo, sintiendo, disfrutando de lo que ocurre y alejando así todo sufrimiento creado por la mente.

Sin embargo, entrar en vacío puede tener una connotación que va más allá del silencio interior, del parar el discurso mental. Entrar en vacío es una experiencia que nos lleva a soltar ese permanente hacer planes para más adelante o ese estar ocupado haciendo cosas liberando así al ser de todos los “deberías” que hemos aprendido a lo largo de la vida.

Entrar en vacío, puede ser una etapa altamente interesante y hasta productiva si nos damos el permiso de no tener que hacer por hacer. Si nos regalamos la escucha silenciosa del alma para decantar lo que realmente es importante y aportante a nuestras vidas, para redescubrir los sentidos y los significados profundos que le dan sentido a la existencia.

Algunos piensan que entrar en el vacío es una crisis depresiva caracterizada por la ausencia de motivación cotidiana. Pero no hay tal. Se puede entrar en el vacío lleno de ganas de vivir y con mucho amor por la vida. Nada de crisis. Más bien podría ser como una especie de retiro consciente para bucear en las profundidades del alma y resignificar aspectos esenciales de la vida.

Entrar en vacío puede ser una experiencia no elegida mas no por ello totalmente necesaria para la evolución del ser. Algunos hablan de la noche oscura del alama, refiriéndose a un período donde lo que ha venido siendo deja de ser para dar paso a nuevas realidades y propósitos.

Sea cual fuere la manera como llegue, es importante acoger esa entrada en vacío de una manera tranquila y amorosa. Cruzar su umbral puede llevarnos a despertares insospechados que traerán profundidad a la existencia y mucha luz para el resto del camino.


Si te llega ese tiempo, no pelees con él. Acógelo. Aprovecha ese inmenso regalo que será el ver de otra manera y libérate de todo aquello que pueda tenerte atrapado. Es un tiempo para vivirlo en calma, aunque las circunstancias parezcan difíciles. Confía que en ese tiempo te asiste la sabiduría y te protegen fuerzas maravillosas que harán que el viaje sea una genial odisea. Elimina toda resistencia. Escúchate, escribe, pinta, baila, disfruta la soledad y acompáñate del poder de lo simple. Así permitirás que lo que tenga que ser, sea y como sea.
Pues parece que sí. Hemos estado dormidos y creyendo simplemente que lo que llamamos vida no es más que un caminar por ahí, repitiendo historias viejas, viviendo vidas prestadas o alquilando la propia vida al servicio de causas de otros, lejanos a la propia.

Y en ese trasegar hemos ido olvidando la esencia de la misión personal, creyendo que prestamos un buen servicio a la vida, cuidando lo de otros, alquilando nuestro tiempo por unas monedas para lograr el sustento, mientras alrededor sucedes cosas inimaginables que amenazan nuestra propia supervivencia.
Nos cegamos ante la verdad, creyendo otras verdades que en realidad sólo son distractores que buscan mantener una estructura bastante desgastada que ya ni siquiera cuida la vida. Defendemos causas ajenas olvidando la propia y mendigamos el reconocimiento de otros para sobrevivir en el mundo vestidos de identidades prestadas que en nada alimentan la evolución colectiva.

Ante muchas situaciones nos hemos hecho los de la ”vista gorda” considerando que no hay como cambiar realidades de tal magnitud. Pero ni hay que luchar contra nada ni hay que cambiar a nadie en nada. Sólo despertar.

Comenzar a mirar con otros ojos lo ya conocido para verlo de verdad puede ser un buen inicio. Esa extraña sensación de creer que ya lo conocemos, que las cosas se mantienen igual, que la realidad no está cambiando, que todo seguirá igual, es parte del sueño o de ese estado de inconsciencia ilusoria que quiere mantenernos anestesiados , sin contacto, sin vida propia.

Repensarlo todo no es sólo un buen ejercicio de creación que mantiene las neuronas en buen estado. Repensarlo todo, sentirlo todo como la primera vez, es admitir que nada permanece igual, que todo evoluciona con el ritmo del despertar colectivo, a veces silencioso e imperceptible, a veces en oleadas que desatan movimientos fuertes que sacuden todo el orbe, aunque para algunos nada pase.

Siempre está pasando algo. Despertar es tomar consciencia de los movimientos sutiles dentro y fuera de cada uno, aunque no aparezcan en titulares de prensa, ni invadan viralmente las redes sociales. Despertar es comprender, no precisamente desde la mente, que hay un llamado contundente de fuerzas inimaginables hacia la evolución de la especie, para que se re-alinee con los principios olvidados que deben regir la existencia.

Cada uno tiene la misión de despertar-se, de salir del estado de crisálida con la decisión firme y fuerte de volar cada vez más alto para contemplar la inmensidad de lo pequeño en lo grande, de lo grande en lo pequeño.

Cada uno es también, o no, cómplice del sueño colectivo que tiende a hacerse cada vez más evidente como una fuerza de gran sabiduría que quiera coadyudar a la humanidad en ese proceso de despertar.

¿Despertar?
¿Acaso estanos dormidos?

jueves, 27 de febrero de 2014


Esta reflexión de hoy, no pretende ser una profunda disertación filosófica sobre la espiritualidad ni tampoco el recetario de todos los como…






Simplemente responde a las preguntas de varios visitantes a Abrham Centro Holístico, que al vivir su experiencia de Bienestar y conectarse consigo mismos suelen hacer la pregunta… Es que aquí es muy fácil, se respira espiritualidad en el ambiente, hay mucha naturaleza, silencio, paz, como lo hago en mi casa, en la unidad donde vivo hay mucho ruido, el día a día no me deja espacio, etc., etc.
Bien, de manera sencilla digamos que la práctica de la espiritualidad, que no es otra que vivir la vida desde el ser, desde el alma, entendiendo que lo que pasa fuera no es lo importante sino más bien un medio de aprendizaje, requiere como todo una serie de prácticas, de hábitos pero conscientes.
Primero que todo, los seres humanos sólo hacemos aquello en lo cual creemos. Así que ante todo se requiere tener claro cuáles son mis creencias acerca de la espiritualidad. No estamos hablando de religiones, aunque las creencias religiosas juegan un papel importante en el comportamiento de muchos. Aun así, es bueno revisar las creencias. ¿Creo en la vida después de la muerte? ¿Esto es todo y aquí se acaba? ¿Creo que vinimos a este mundo con una tarea evolutiva, de aprendizaje, del alma? ¿Creo que vinimos a sufrir y pasar trabajos? ¿Creo que el alma no existe? ¿Creo que somos cuerpo que se volverá cenizas y listo? El listado es grande y cada quien podrá encontrar muchas más preguntas. Hecha la verificación y/o actualización de las creencias viene el siguiente paso. Vivirlas.
¿Qué hago para alimentar aquello en lo que creo? ¿Si creo en los ángeles y su presencia entre nosotros, como lo vivo en la cotidianidad? ¿Les hablo? Si creo que vine a esta vida a evolucionar, me dispongo a identificar las cosas en las que es necesario que avance?  ¿Si creo que orar es un diálogo personal e íntimo con la divinidad, le hablo de manera sencilla y desde el corazón? Si creo que ser espiritual es vivir en la amor al máximo y en todo, donde estoy poniendo mi amor?
Y así podríamos continuar con un listado de simples miradas al hacer de cada día para entender que vivir la espiritualidad está implícito en la vida misma. Cada día es sagrado, cada instante de vida es un regalo, cada mirada puede es espiritual,  cada ser vivo que nos rodea tiene espíritu, cada hecho de la vida trae un mensaje para el alma.
La espiritualidad entonces conlleva una vida llena de alma, de sentido, de consciencia, de ir descubriendo la sabiduría en lo cotidiano. Es un asunto también de soltar las ataduras a la materia y la dependencia de tantas cosas que son el escenario donde vivimos y no la vida misma. Es darle prioridad al ser por encima del hacer, entendiendo que desde una perspectiva profunda, debemos volver a lo que por esencia somos: conexión, unidad, energía pura vibrando en amor.


Los seres humanos actuamos y vivimos según lo que creemos. Detrás de cada pequeña acción hay un pensamiento o creencia que sustenta lo que estamos haciendo y que puede explicar el por qué lo hacemos de una determinada forma.
Las creencias, actúan en un nivel muy profundo de nuestra psique. Algunas son más fáciles de identificar pues responden a patrones que se repiten y se repiten cada día de forma no tan automática e inconsciente como otros comportamientos.
Si vemos y nos relacionamos con el mundo, de acuerdo a lo que pensamos de él y así vivimos la vida, entonces la importancia de revisar nuestras creencias respecto a todo es vital para cualquier proceso de transformación y cambio que queramos realizar, pues muchas de ellas conllevan viejos patrones y paradigmas que ya no responden a las nuevas realidades del ser, del universo, de nuestro estado actual de consciencia. Evolucionar en el hacer, en el pensar, en el sentir, en el tener, entre otros, requiere evolucionar en nuestras creencias.
Resignificar algo, como por ejemplo una creencia, es repensar ese algo para interpretarlo y  entenderlo de una manera diferente modificando nuestro anterior concepto o creencia. Sólo así dispondremos de un nuevo contenido en nuestro pensamiento sobre el cual si es posible, o al menos más viable,  efectuar cambios en nuestros comportamientos, actitudes, emociones, lenguaje, hábitos, relaciones, etc.
Cada resiginificación, haciendo una analogía con la informática, es como limpiar el computador de virus, actualizar el software y optimizar el funcionamiento del equipo. De no hacerlo, los programas corren cada vez más lentos, la máquina se bloquea, y difícilmente correrá nuevas aplicaciones más exigentes de recursos de la máquina. Igual ocurre con nosotros.
Ahora bien, el poder de la resiginificación sólo actúa desde el pensamiento. Cuando hemos resignificado algo nuestro lenguaje también evoluciona, pues ya no podemos seguir nombrando las cosas y expresándonos igual. Así mismo ocurre con las emociones y por supuesto con el comportamiento.

La resiginificación es una de las muchas vías como podemos emprender procesos de cambio individuales o colectivos. Ello aplica para cualquier aspecto que queramos modificar en nuestra vida y es un factor clave de éxito para asegurar la evolución a la que estamos entrando cada día con mayor velocidad: la evolución de nuestra consciencia.

¿Cómo se resignifica?
Una forma “simple” de hacerlo es escribiendo las respuestas a estas preguntas sugeridas y/o a otras preguntas que puedan surgirte mientras te miras bien adentro, en el silencio, en el encuentro personal
  • ¿Qué es __________ (tema) para mí?
  • ¿Qué ha pasado con ello al vivirlo de ese modo? ¿De qué me he perdido?
  • ¿Si pudiese crear un nuevo concepto sobre ello, cuál sería?
  • ¿Qué puedo ganar al vivirlo de ese modo?
  • ¿Qué cambios esenciales puedo entonces hacer?


Finalmente, menciono algunos temas sobre los cuales considero es importante hacer una resiginificación pues son precisamente aquellos que más nos limitan la expansión de nuestro ser: El Amor, la sexualidad, el trabajo, el dinero, la felicidad…

Feliz Viaje hacia la Resiginificación.

lunes, 17 de febrero de 2014

Hace varios días me preguntaba una consultante por el concepto de espiritualidad y me decía –“Qué es realmente ser espiritual hoy?” – “En qué hay que creer y en qué no?”

Obviamente dos preguntas no fáciles de responder, más aún cuando la espiritualidad es una vivencia tan personal como la propia historia. Y como nada es azar, como decía Richard Bach, me llegó a mi correo este escrito de Facundo Galati, cuyo contenido me pareció absolutamente hermoso, sencillo y simple, al menos para el entendimiento, así su vivencia implique unos cuantos cambios de creencias que, finalmente, son las que en realidad más nos han alejado de la verdadera espiritualidad.

Así que aquí está su transcripción textual y mis mejores deseos para que estas palabras toquen profundamente tu alma, que es la encargada de conducirte por los caminos de la espiritualidad.

"Ser espiritual no es pasar días y horas en silencio mirándote el ombligo. Al contrario; Ser espiritual es danzar, bailar, cantar, sonreír, reírse de uno mismo, tener siempre sentido del humor, y sobre todo, no permitir ningún indicio de infelicidad, ira, envidia, odio o rencor en nuestro ser...
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Ser espiritual es alimentar al corazón solo de cosas bellas, bonitas y que regocijan al alma, como los bellos sentimientos, un abrazo, una caricia, un beso, un te quiero, un gesto claro de amor. Pues sabemos que el corazón es como un cofre del tesoro, Entonces ¿Para que albergar cosas innecesarias en él?. Ésto es poder ver más allá, es disfrutar de las cosas sencillas de la vida, pues es ahí donde reside la magia de la existencia, en las cosas simples, que ocurren en el presente, aquí y ahora.
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Ser espiritual es saber pedir perdón, y más importante aún saber perdonar, sin remordimientos... y sobre todas las cosas aprender a perdonarse a uno mismo...
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Ser espiritual es tratar a todo como "espíritu", como esencia pura, que es amor y no cómo materia. Ser espiritual es hablarle a un árbol, y "sentir" su respuesta. Abrazarlo, y "sentir" en el corazón como éste nos responde con el lenguaje del amor...
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Es abrazar la vida y sentir que nosotros ocupamos un lugar milagroso en ésta mágica existencia, y sin nosotros al mundo le faltaría algo, estaría incompleto, no sería el mismo.
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Ser espiritual es comprender que nunca, jamás, existió alguien como tú, y tampoco existirá, eso es lo que te hace especial, la existencia y la belleza del universo no sería la misma si tu no estuvieras aquí....

Ser espiritual, es fluir con la vida, respetándote y amándote a ti mismo y a los demás, disfrutando y aprendiendo de las experiencias que aparecen en tu camino, con alegría, entusiasmo, sabiduría, aceptación y amor...
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Ser espiritual es vivir en constante agradecimiento con el universo, por regalarnos un día más para respirar y deleitarnos con la vasta belleza que nos ofrece todos los días, la belleza que los ojos mortales no logran ver, esa que sólo puede percibirse con los ojos del corazón...
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Ser espiritual es empezar a dejar de querer tener razón, y empezar a tener paz. Es dejar de pensar, y comenzar a sentir... Es estar en paz con uno mismo, sin estar pendiente de lo que hagan o digan los demás...
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Ser espiritual es empezar a tener actitud con la vida, es abrirle los brazos agradecidos al universo y dejar que él tome lo mejor de ti. Ser espiritual sobre todo es comenzar a guiar a tus hermanos con el ejemplo, y no con la palabra...
 .
Ser espiritual, es quitarte todas las máscaras que te pusiste a lo largo de toda tu vida, y enfrentarte de una vez por todas con tu autentico ser.
Es ser libre de las opiniones ajenas, y percibir que eres algo mucho más inmenso que todo lo que jamás imaginaste...
 .
Ser espiritual, es dejar de ser todo aquello que creías que eras, y comenzar a ser, lo que realmente eres:
 .
Aquello que NO puedes dejar de ser...
Un creación divina del universo,
un alma que brilla en la luz,
encarnada en un cuerpo,
vibrando en amor,
durante un rato en el planeta...
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Facundo Galati.

 Y TU, ¿QUIEN ERES?
-¿Quién eres? –dijo una voz
-Soy la mujer del alcalde –respondió ella.
-Te he preguntado quién eres, no con quién estás casada.
-Soy la madre de cuatro hijos.
-Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.
-Soy una maestra de escuela.
-Te he preguntado quién eres, no cuál es tu profesión.
Y así sucesivamente, respondiera lo que respondiera, no parecía dar una respuesta satisfactoria a la pregunta ¿Quién eres?
-Soy una cristiana.
-Te he preguntado quién eres, no cuál es tu religión.
-Soy una persona que iba todos los días a la iglesia, y ayudaba a los pobres y necesitados.
-Te he preguntado quién eres, no lo que hacías.
Evidentemente, no consiguió pasar el examen, y fue enviada de nuevo a la tierra. Cuando se recuperó de su enfermedad, tomó la decisión de averiguar quién era. Y todo fue diferente.
Anthony de Mello.
Empezaremos con esta historia...
Una mujer estaba agonizando. De pronto tuvo la sensación de que era llevada al cielo y presentada ante el tribunal.

Y así nos pasamos por la vida, siendo rótulos, cargos, roles, nombrando relaciones, todos absolutamente todos pasajeros y transitorios que, además no describen la esencia de lo que realmente somos.
Derivar el sentido de la vida de lo que creemos que somos, más bien de lo que hacemos, no sólo nos vuelve frágiles y susceptibles de sentimientos y emociones fluctuantes que se mueven al vaivén de las situaciones de cada día, si no que esencialmente nos hace creer que  lo que pasa en el exterior es consecuencia de lo bueno o lo malo que somos o lo bien o lo mal que hemos hecho algo, y entonces el sentido del ser queda condicionado a los resultados y no a la existencia misma.

Quizás desde el mismo nombre nos hemos identificado con un “yo” al cual dotamos de características, personalidad, gustos y preferencias, comportamientos, creencias y muchas cosas más. Nos pasamos mucho tiempo en la vida cuidando la imagen de eso que creemos ser, procurando mostrar solo la parte amable y con un gran temor a que si descubren nuestro lado menos amable, entonces ya no seremos queridos y aceptados. A todo lo anterior podemos llamarlo “la imagen”.

La identificación entonces, podría decirse que consiste en creernos un cuento y verlo como “el cuento”, el único posible, el mejor, el especial, el nuestro. Ese cuento nos puede incluir a nosotros y nuestra identificación con la imagen, pero también existe identificación con mundos y situaciones externas. Nos identificamos y nos volvemos lo que hacemos; dejamos de ser Juan, Jorge, Marcela, Catalina, para volvernos, Médicos, Ingenieros o Analistas y Gerentes. De igual forma nos identificamos con nuestras obras y creaciones y perdemos de vista la sana distancia que debe haber entre autor y obra. ¿Qué tal que el escritor se volviera la novela? Si no toma distancia prudente de esta, entonces no podrá verla como su obra, sino que la verá, como una extensión de su ser. Y también la identificación aplica para las posesiones materiales: mi casa, mi carro, mi oficina… las volvemos territorios con identidad propia y perdemos de vista su temporalidad como simples espacios transitorios donde mora el cuerpo, más no el alma.

La identificación produce sufrimiento cuando la imagen ya no es más la misma, cuando el objeto de la identificación ya no está o cambia o se va a “perder” algo que consideramos sólo nuestro, exclusivamente nuestro. El sufrimiento entonces viene, por un lado de la falta de distancia entre nosotros y los objetos, sujetos y realidades que nos circundan, y de otro, de la creencia de ser cuerpos con alma y no haber entendido que somos almas con cuerpo, por tanto la experiencia del viaje es más espiritual que terrenal.
Al identificarnos con la experiencia de la vida en la tierra, aferrarnos a ella, angustiarnos por lo que pasa en ella, querer controlar lo que sucede en el afuera y ver sólo hacia fuera, perdemos la dimensión de nuestro ser real y el contacto profundo con nuestra esencia.

De igual manera ocurre en la identificación con nuestros pensamientos y creencias. Es obvio que no somos lo que pensamos aunque a veces le demos tanto poder a la mente y al ego, que nos hacen creer que todo lo que viene de ellos es cierto, que es así, que no se puede cambiar. Una cosa es que el mundo, el afuera, en realidad es lo que hay en nuestra mente acerca de él, es decir nuestras percepciones sobre él, y otra bien diferente es la identificación con esa percepción admitida como principio de realidad. La subjetividad de nuestras percepciones, recordemos, está condicionada por los contenidos de nuestra mente. Por ello, en cualquiera de los casos, tanto lo que vemos como lo que creemos es realmente una ilusión o dicho de otra manera un constructo creado por nosotros mismos. ¿Y quien quiere vivir sólo en la ilusión?

Ser libres, es ser capaces de romper toda identificación sabiendo que no somos nada de ello y que, cuando nos quedamos mirando para un solo lado, en identificación, nos estamos perdiendo el otro porcentaje fuera de nuestro alcance, donde, sin lugar a dudas, habita una porción de sabiduría de la cual hay algo que aprender.

Des-identificarnos es entonces una tarea esencial para la evolución de nuestro ser,  y la conexión permanente con el aquí y el ahora, es decir, la apertura al estado de plena consciencia, la principal vía para lograrlo y ser capaces de conectarnos con nuestra esencia.
¿Y TU QUIEN ERES?

Rafael G. Hernández M.

lunes, 10 de febrero de 2014


martes, 7 de enero de 2014


Todos los días estoy  felizmente sorprendido con el movimiento global hacia una nueva economía en la cual los viejos paradigmas ya no tendrán más cabida. Como consecuencia de ello  emerge una nueva forma de ver los negocios, el trabajo, el dinero, las relaciones, los talentos, el liderazgo, el capital.

El propósito esencial de las empresas ha sido generar recursos. Eso está bien, se necesita, es parte del hacer empresarial. Ahora bien, la forma como ello se ha realizado, es lo que hoy está en juego. Muchos se han enriquecido pasando por encima de otros, ya sea proveedores, empleados u otros actores. La generación de riqueza, mejor llamada hoy, abundancia, no ha sido para que exista el desarrollo de todos sino más bien el de unos pocos. El lucro por el lucro ha sido quizás el gran protagonista.

El concepto social no ha pasado de ser una gestión “caritativa” o asistencialista, claro está, con el beneficio tributario de por medio, o en el peor de los casos, muy conocidos, de empresas que recaudan dinero de sus clientes para darlo a nombre propio a entidades específicas.  Y no se les da nada….

El centro de la vieja economía, que nos durará el tiempo que tardemos en asumir el nuevo modelo, ha estado centrado entonces en el tener, producto de una orientación o preferencia hacia la materia y lo material. Así, el ser humano desde esta perspectiva sigue siendo visto como un recurso, una capacidad productiva, un hacedor de tareas sobre lo físico, alguien que “vende” su tiempo y lo que debe hacer en él. Alguien que debe ajustarse a los caprichos, perdón patrones, de comportamiento deseados según la cultura de la organización y alienarse, digo alinearse, con las políticas, normas y procedimientos que impone el estamento, así éste, esté equivocado.

Por otro lado, el concepto de felicidad de las empresas ha estado ligado al estado de resultados y a los indicadores  como factor básico.  Todo medido bajo estado de pérdidas o ganancias. Lógico desde la perspectiva de sostenibilidad, que un negocio de los resultados que garanticen su existencia. Pero lo que ocurre es que la infelicidad aparece cuando no se obtiene lo que se quería.  Es decir, cuando no se obtuvo la meta deseada, aunque en muchos casos si haya utilidades y beneficios, sólo que no las que esperaban. En otras palabras lo único que realmente importa es lograr la meta propuesta. Cuando no se logra el mensaje que se comunica es: Vamos mal, estamos mal. Y el año siguiente la excusa perfecta para generar presión es, hay que recuperarse del año pasado.

En la nueva economía, de la cual ya hay fabulosos signos y además buenos ejemplos, la persona es el centro de las empresa, su bienestar el objetivo y todo lo demás será consecuencia del asegurarse que los resultados vengan como consecuencia de haberse organizado bien para crear ambientes colaborativos, entornos que respeten y valoren la esencia creativa y divina de cada ser y promuevan el desarrollo de todos como la meta colectiva más deseada. La remuneración ya no será un asunto de jerarquías de status y poder sino un asunto de contribuciones. ¿Cuáles son tus dones y talentos que aportas a la organización? ¿Qué es aquello que te hace particularmente valioso y diferenciador por lo que creas, transformas, aportas y generas desarrollo? ¿Cómo contribuyes al bienestar colectivo?

Si el enfoque de una empresa es este, obviamente se necesitan hacer muchos  cambios no sólo de enfoque sino también de estructura, de cultura, de estilo de liderazgo, de sistemas de contratación y remuneración, en fin, una verdadera cirugía de rediseño que les permita estar preparadas para enfrentar el nuevo modelo económico que está creciendo y en camino de expansión a pasos agigantados.
Y aunque para algunos suene a simple romanticismo, ya hay señales claras e inequívocas del cambio de paradigmas, como el hecho mismo que este tema, está siendo tratado en importantes foros a nivel mundial  como es el caso del I Congreso de Economía Consciente, realizado en Madrid  el mes de noviembre de 2.013

Ahora bien ¿qué pasará si las empresas no se transforman? Probablemente no tengan opción cuando el modelo sea el reinante en el mundo y las que no lo hagan morirán. Yo pienso que los grandes conglomerados, las grandes corporaciones, aunque parezcan gigantes invencibles, son más frágiles y vulnerables pues la forma como se apalancan en el viejo paradigma es total y radical en muchos casos. No conciben el mundo fuera de sus esquemas de pensamiento y caerán como caen los gigantes, vencidos por los pequeños, por esa pacífica revolución de pensamiento que está llevando a la humanidad a retomar el camino perdido. La vieja sentencia Darwiniana sonará de nuevo fuerte y se hará evidente en cientos de experiencias alrededor del mundo: Organismo que no se adapte al cambio…

Sólo desde el amor es posible la conquista de sí mismo. Amarnos a nosotros mismos no quiere decir aumentar la cultura del “Yo” y hacer girar el mundo a nuestro alrededor. Tampoco significa mirar sólo hacia dentro para idolatrar al ego y convertirlo en el gobernador de la existencia. Ya bastante hemos permitido que tome las riendas de la vida y nos monte en la película de la ilusión y la expectativa.

Amarnos a nosotros mismos es recuperar el sentido y la importancia de la fuerza mágica que mueve los hilos de la vida. Es darle el lugar que se merece a la energía creadora capaz de transformar las cosas difíciles en simples y ayudarnos a vivir de manera liviana y libre de apegos.

Amarnos a nosotros mismos es comprender que somos uno solo, que estamos conectados con todos y con todo y que, al ser sustancia única de la existencia, no hay mejor camino que cuidar de ella entregando lo mejor que nos habita pues así nos alimentamos para seguir evolucionando de forma colectiva y no por caminos solitarios que hacen lento el encuentro al que estamos llamados.

Al amarnos a nosotros mismos, cultivamos la poderosa fuente de la evolución que hace posible vivir cada día con la consciencia de la entrega y la devoción al eterno presente. 

Amarnos a nosotros mismos es amarlo todo, agradecerlo todo, bendecirlo todo. Es habitar el encuentro constante con la consciencia que ilumina el camino aunque no veamos su luz, producto de nuestras oscuridades.

Ese amor, tiene un lugar donde nace, crece y habita. Un lugar cercano a la perfección que olvidamos algún día y que estamos en camino de recordar y recuperar como forma de evolución y estado de gracia.

Es en el alma donde se alimenta el amor y es el alma la que nos regala los estados elevados de vida plena en  medio de las circunstancias que nos rodean, que son la ilusión de la mente dividida y fragmentada.

Al elevar nuestra vibración física, mental, emocional y etérica coadyudamos al alma a hacer su tarea amorosa. A su vez, el amor eleva el espíritu recordándonos nuestro papel cocreador en el universo.

Todos los sentidos físicos, los conocidos, y los espirituales también llamados dones del alma, nos permiten generar esos patrones de vibración elevada que llevan al éxtasis, al gozo, a la felicidad, a la iluminación.

Contemplar en vez de simplemente ver;  apreciar lo que se escucha en vez de sólo oír; acariciar desde la energía en reemplazo del simple toque físico, son algunas formas sencillas y sublimes de elevarnos a la frecuencia única que hace posible la vida plena en esta tierra, mientras alcanzamos la perfección necesaria para evolucionar, ascender y transmutar lo terrenal.

El aporte de cada uno al colectivo, es decir a la unidad, es entonces crecer en amor para permitir que este sea la fuerza mágica que eleve el alma hasta sus máximas expresiones.


Rafael G. Hernández M.
Septiembre 22 de 2013

lunes, 16 de diciembre de 2013

No si hay algún libro con un título parecido o no, pero así nació éste y así se quedará. Disculpa si se parece a algo ya conocido. No es plagio.

Estaba viendo un video del señor Eckhart Tolle, un iluminado de esta época, conocido entre otros por sus libros El Poder del Ahora y Practicando el Poder del Ahora, cuando me llego la idea de escribir sobre este tema.
Mucho se nos ha dicho desde la psicología y especialmente desde la teoría de las necesidades básicas de Maslow, sobre la importancia de la autoestima en el proceso de la realización humana. Yo ahora me la cuestiono y les contaré porque.
Nuestra querida Wikipedia dice: “La autoestima es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la percepción evaluativa de nosotros mismos”. Si aceptamos ello, quiere decir ni más ni menos que hay que construir en el interior de nosotros un concepto sobre quiénes somos y lo valioso que somos para que dichas percepciones, si son positivas y alentadoras,  nos permitan avanzar en la escala de necesidades humanas como un asunto resuelto. Y que si no, debemos fortalecer nuestra autoestima, cultivarla como dicen algunos, nutrirla, dicen otros y enriquecerla (esta es de economistas) para así evitar el sentido de frustración que puede recaer sobre nosotros mismos, al no considerarnos seres valiosos, dignos, merecedores de bienestar, prosperidad, etc, etc, etc…  Aquí empieza mi conflicto con el tema.
¿Porque tenemos que construir una percepción de lo que ya, por el solo hecho de nacer y  existir, somos?, ¿Por qué hay que darle a la mente el poder de crear pensamientos sobre nosotros mismos que además corren el riesgo de terminar siendo alimento del ego?
Si reconocemos (primer paso de la superación de este dilema) que somos seres hijos del más grande amor; si, como decía Facundo Cabral (te amo Facundo) somos Príncipes por ser hijos del Rey del Universo;  si nuestra esencia es la misma de todo cuanto ha sido creado;  si somos una única energía manifestada de formas diferentes, entonces ¿necesitaremos una autoestima para cada ser humano que habite el planeta?
¿No será más bien que lo que necesitamos es volver nuestra mirada hacia el interior para reconocer la esencia de nuestra condición humana y aceptar la naturaleza de dicha esencia? 
Podríamos evolucionar  entonces hacia un único concepto universal en donde lo que importe sea el reconocimiento y la aceptación del mismo, per se. Somos Luz, Somos Amor. Reconocer por ejemplo que no tenemos que hacer nada para lograr aceptación de nadie. Somos valiosos como somos. Cumplimos una tarea única y personal que en sí misma hace grande la existencia. Y además todos estamos conectados por hilos invisibles donde nos afectamos queramos o cono con lo que pensamos, decimos, hacemos, sentimos…
Entonces hablaríamos de una única autoestima pero ya colectiva, donde al reconocer mi esencia, reconozco naturalmente la del otro porque somos lo mismo. Entonces lo amo incondicionalmente porque no necesita hacer nada para agradarme o no, porque ese agrado proviene de la mente, del ego y no del alma, nuestra esencia. Así, ayudaríamos a combatir el otro demonio que nos azota, el ego.
Esa porción de mente que nos hace creer que somos lo que no somos, que se siente atacado por cualquier cosa que no coincida con las percepciones interiores, con el sentido de valor que le hemos atribuido a lo que somos, a lo que hacemos, a lo que vivimos.
Ese Tal-Ego, como me gusta llamarlo podría ser más bien esa gran bolsa de desperdicios (en esta región los abuelos llamaban talego o chuspa a las bolsas o costales y no siempre eran plásticas), repito, esa gran bolsa de desperdicios en la cual depositemos todas las creencias anti-autoestima: no soy bueno para… no le agrado a… no me veo bien con… no sirvo para… nadie me valora, etc, etc, etc.  Y si además le agregamos a esa bolsa todos los prejuicios que la mente ha construido sobre razas, nacionalidades, religiones, costumbres, etc., etc., etc., lograríamos limpiar la pobre autoestima colectiva para que surja lo que verdaderamente somos y seremos y que no necesita validación de nada ni de nadir para ser lo mejor que podemos pensar de nosotros mismos: Amor puro.

Rafael G. Hernández M.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Estas notas son solo unas reflexiones que acompañan la vivencia del taller del mismo nombre, realizado en un congreso internacional. Por lo tanto discúlpeme el lector si algunas ideas le parecen incompletas, pues no es la intención que estas notas sean memorias. Estas, viajan piel adentro (al menos eso espero) en quienes vivieron esta experiencia de transformación y cambio.

La Transmutación.

Cambiar, desaprender, dejar hábitos, romper creencias, sanar viejas heridas,  son algunos de los desafíos del hombre contemporáneo.

Vivir la vida más livianos y ligeros, recuperar el valor perdido de las cosas simples y sencillas que la cotidianidad nos ofrece, suele parecer algo casi imposible de lograr, para algunos, en medio de la agitada turbulencia que vivimos en el mundo de hoy.

El retorno a la esencia, el descubrir la propia sabiduría, el despertar de la consciencia, la búsqueda interior, suelen ser percibidos por algunos como conceptos etéreos, filosóficos, o interpretado por otros como una simple tendencia efecto de la reciente mal llamada "Nueva Era". Pero para muchos ello se ha convertido en toda una disciplina, un estilo de vida.

Sin embargo, todos nos enfrentamos tarde o temprano y en múltiples temáticas y situaciones de la vida, al proceso del desapego, al hecho de soltar, de liberarnos de una atadura racional o emocional que nos impide seguir un camino de evolución. Ya sea una relación que terminó, un ser querido que murió, un apego o un habito que requerimos dejar o aun una decisión que tomar.

Tanto las emociones que acompañan cualquiera de estas situaciones, ya sea rabia, tristeza, miedo u otras, como la energía que el hecho en si mismo este movilizando en nosotros, son susceptibles de ser transmutadas; es decir convertidas en otro estado mucho mas fluido y ligero y que nos permite recobrar o restaurar , en ultima instancia, nuestro poder interior.

Dicho en otra forma, toda situación no resuelta, no transmutada, puede convertirse en una perdida de poder personal o poder interior, entendiendo por este, todo aquello que moviliza al ser humano en la dirección correcta y apropiada para sus sueños, para su desarrollo, su crecimiento, su bienestar.

El acto de transmutar no debe confundirse con sublimar, es decir con canalizar esa energía hacia otro foco de actividad. La transmutación es el arte de resolver el hecho, llevándolo a planos de consciencia superiores en los que finalmente el asunto al ser comprendido, asimilado, interiorizado, se disuelve o diluye en el flujo interno y sale al exterior convertido en algo diferente.

Para ser transmutada una situación en particular, pasa por varias etapas:
- La consciencia de la situación: En la cual vemos el hecho sin juzgarlo,  simplemente observándolo
- La sanación, el perdón, la aceptación. Consiste en liberar lo que esta contenido y que impide el avance hacia situaciones mas evolucionadas dentro del mismo genero de lo que se esta transmutando. Ejemplo, transmutar una relación insatisfactoria para que pueda generarse una nueva y diferente.
- El aprendizaje: Se logra cuando se descubre el propósito de ese hecho en nuestras vidas, comprendiendo el PARA QUE nos ocurrió, lo que nos quería mostrar y enseñar. En última instancia, cuando se alcanza la sabiduría y se produce un cambio interno, podemos decir que hemos aprendido.

Como se logra

Muchas técnicas milenarias que se han recuperado hoy,  nos permiten el acceso al crecimiento exponencial que se logra con la transmutación.

La búsqueda de visión, una practica iniciatica que confronta al individuo consigo mismo en sus estructuras mas profundas; la recapitulación, basada en los conceptos de Castaneda y la respiración holotropica creada por Stanislaf  Grove, son algunos ejemplos de estas.

La mayoría de estas y otras técnicas comparten un principio común: La búsqueda profunda del origen o causa raíz de una situación que requiere ser transmutada. Ello quiere decir, que se busca ir hacia las profundidades de ser, por diferentes caminos según cada técnica o método, para buscar disolver lo que esta bloqueando la evolución natural del ser.

Su practica, requiere en la mayoría de los casos la inducción y preparación con un experto en el tema que, además de enseñar los principios básicos de la técnica, acompañe el proceso ya sea antes, durante o después, para facilitar el cierre adecuado de la experiencia.

La naturaleza en su sabiduría, nos ha mostrado desde tiempos, a través del proceso de mutación que viven las especies, un aspecto de la transmutación: La posibilidad casi infinita de cambiarse así mismo; ya sea por efecto de la supervivencia, la adaptación al medio u otros. Sin embargo la diferencia esencial entre la mutación y la transmutación esta tanto en el grado de consciencia con que se realiza como en la intención y la dirección hacia donde se realiza.

El siguiente cuento, nos ejemplifica un poco este  proceso:



El SUEÑO DE UNA ORUGA



Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un chapulín ¿Hacia donde te diriges?- le pregunto. Sin dejar de caminar, La oruga contesto  Tuve un sueño anoche; soñé que desde la punta de la gran montaña  yo miraba todo el valle. Me gusto lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo. Sorprendido, el chapulín dijo mientras su amigo se alejaba:  !Debes estar loco!, Como podrás llegar hasta aquel lugar? !Tu, una si simple oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.

Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escucho. Sus diminutos pies no dejaron de moverse. De pronto se oyó la voz de un escarabajo: Hacia donde te diriges con tanto empeño?-. Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante: Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplare todo nuestro mundo. El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo: Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa. El se quedo en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.

Del  mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir.  !No lo lograras jamás! Le dijeron, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a se seguir. Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió. Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos.  Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos  y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta.  Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una mariposa. No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido,  por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se habían equivocado.

Fuimos creados para realizar un sueño, vivamos por el, intentemos alcanzarlo, pongamos la vida en ello y si nos damos cuenta que no podemos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino, experimentar un cambio radical en nuestras vidas y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades y con la gracia de Dios,  lo lograremos.


La gran transmutacion

Nacer y morir son las dos caras de la transmutación del ser. Desde un plano biológico, a nivel celular hasta, hasta en un plano mas profundo como el de la espiritualidad, a nivel de lo transpersonal, estamos transmutando.

El nacimiento, nuestra primera transmutación nos lleva a un cambio de estado, al comienzo de un camino de evolución y cambio constante cuya paso final (o inicial según el sistema de creencias desde donde se analice) es la muerte o la transmutación mayor.

Tanto para la una como para la otra, no estamos lo suficientemente preparados. Es el devenir de las cosas lo que nos va aprestando lentamente para llegar a cada instancia. Sin embargo una mirada consciente y asumida de estos hechos nos puede aligerar la pesada carga que puede significar el dejar, soltar, liberar, aquello a lo que de alguna manera estamos pegados. Como decía el escritor, periodista y sacerdote colombiano Gabriel Jaramillo Echeverri, la muerte, es "el reto de las alas".

Ahora bien, no solo existe la muerte física. En nuestro proceso de vida vamos experimentando consciente e inconscientemente, pequeñas "muertes" que se convierten en hitos indicadores del paso de un estado a otro. Cuando ese paso o transición no se da completamente dejamos pequeños hilos o conexiones que, desde una perspectiva energética, detienen el crecimiento del ser y la posibilidad de nuevas conexiones vitales.

En términos simples, podemos decir que un espacio no puede ser ocupado por dos objetos al mismo tiempo. Por ello, mientras no "desocupemos" esos espacios internos cargados de lastres o mientras pretendamos llevar mas peso del que en realidad podemos, nuestra nave no podrá despegar, no podrá alcanzar la altura requerida para el vuelo o, en el peor de los casos se ira a tierra...

El Lastre

¿Que hace pesada nuestra nave?

Un simple objeto, una experiencia del pasado no resuelta, un trabajo carente de significado, una idea o creencia profundamente arraigada, entre otros, son algunos ejemplos de lo que puede conformar el lastre que cargamos por la vida. La magnitud de su efecto o peso, depende del grado de impacto que este tiene en nuestras vidas y de la dificultad que experimentamos para modificarlo.

Al igual que en una embarcación, ocurre en nuestra vida que si el lastre no es removido, la embarcación o bien hace muy lento y difícil su andar, o bien  puede llegar a naufragar.

Remover y quitar este lastre puede ser un asunto de anos de segundos, según la consciencia con que se asuma y la fuerza que se imprima a dicho proceso. Así que mientras mas tarde comencemos a ello, mas tiempo demoraran nuestras alas en desplegarse y mas pesado se hará el viaje.

Preguntas Finales

Estas preguntas pueden ser el inicio, si así lo desea, de un maravilloso y mágico proceso de transmutación... Busque su lugar favorito para meditar, tome un lápiz y un papel y comience a indagarse... Las respuestas no tardaran en aparecer si la intención es sana y el corazón ha hecho un pacto amoroso con la razón para que ello ocurra.
                               
                                                                   FELIZ DESPEGUE...

- ¿Qué tienes hoy para transmutar?
- ¿Cuál es tu lastre?
- ¿Qué crees que te impide hacerlo?
- ¿Qué podrías alcanzar cuando lo logres?
- ¿Cuál sientes como la mejor manera de hacerlo?

lunes, 9 de diciembre de 2013


El alma tiene su propio lenguaje y es capaz de superar la incomprensión de la razón que se agota en palabras para explicarlo todo, justificarlos todo y querer que todo sea comprensión de la mente.

Pero las palabras de cada día, excepto las que provienen del corazón, solo son puentes para sobrevivir en la complejidad de las relaciones cotidianas y el mundo que hemos creado. Jamás describirán la realidad. Solo alcanzan a hacer interpretaciones subjetivas de los hechos dependiendo del filtro mental de quien las elabore y de sus propias expectativas.

El alma goza con un paralenguaje mucho más rico en significados. El ritual, el silencio, la meditación contemplativa, el estado de éxtasis que se alcanza ante el asombro por lo simple, la escucha de la consciencia expandida y otros más, son las vías como el alma se comunica y nos comunica. 

Sin embargo, nos cuesta aún aprender ese lenguaje porque no produce ni materializa resultados a los que estamos acostumbrados producto del lenguaje común, aunque se visualiza un retorno progresivo de la humanidad a estas formas de encuentro y relación.

En la cotidianidad necesitamos encontrar (y crear) espacios para que esta magia ocurra. Quedarnos un momento en quietud sin la presión del hacer, sin permitirle a la mente divagar entre pasado y futuro, exhalar lo que tengamos de más en la “memoria ram”  de nuestra mente y entregarnos al segundo del vacío, entrando en ese estado con la alegría del niño el asombro del explorador, nos permitirán ir aprendiendo progresivamente ese nuevo lenguaje dispuesto para el avance de la consciencia.

Así, el alma comprenderá no sólo nuestra intención sanadora y evolutiva si no que responderá de la misma manera enriqueciéndonos con nuevos significados simples y contundentes que irán conformando nuestro acervo de sabiduría y permitiéndonos dar pasos contundentes en el camino de Ser.

La tarea entonces es asumir que la mente no lo sabe todo, ni lo puede todo, ni lo explica todo. Es necesario recuperar tiempos y espacios para el alma, encontrar la forma como cada uno se conecte con lo sutil  y recobrar la capacidad de conectarnos con las vibraciones sutiles que nos nutren con la energía suficiente y necesaria para cada día. 

Con ello lograremos un nuevo estado de comprensión de lo interno y lo externo, alivianaremos las cargas de lo cotidiano, fortaleceremos los vínculos con la unidad y lograremos volver a los orígenes de nuestra existencia, libres, conscientes y en paz y amor.

Rafael G. Hernández M.
Septiembre 22 de 2013

Como perdemos nuestra energía y como recuperarla cuando ello ocurra.

Cada ser humano, creo Yo, tienen una dosis diaria de energía para vivir su día y pasarla bien.
Para algunas personas este “quantum” es, al menos para algunos ojos, aparentemente infinito y lo validamos con expresiones coloquiales tales como, “Este de donde se apaga?”.
Para otros, esa “dosis” de energía escasamente llega al medio día pues las situaciones que le van ocurriendo le producen un desgaste, un agotamiento y una baja de su fuerza vital que le hacen pensar en muchas ocasiones que “le pasa algo”, que “está en el lugar equivocado” u otras más.
Si bien algunas de las tales situaciones pueden ser el síntoma de que algo no anda bien, se quedan cortas para explicar tal baja de voltaje.
Los seres humanos perdemos energía por varias circunstancias y muchas de ellas tienen que ver con nuestra “dieta” diaria;
1. Lo que vivimos no nos alimenta. Cuando estamos en algún espacio y haciendo alguna de las tareas de la vida diaria, sean laborales, personales o familiares, y experimentamos cierta obligatoriedad en el cumplimiento de las mismas, estamos en la presencia de un síntoma inequívoco de pérdida de energía. Si lo que hacemos no nos alimenta y además nos obligamos  porque “hay que trabajar”, “necesito el dinero”, “y si no que me pongo a hacer”, etc., etc., etc., estamos empleando una cantidad mayor de energía a la requerida si ello mismo nos produjera placer, alegría, gozo, sentido de contribución y muchas más.

Alguna vez leía un libro donde el autor mencionaba algo así como… “te alimenta solo aquello que eres capaz de hacer silbando..” Y claro, ¿cuándo hemos visto a alguien deprimido silbando o a alguien furioso o a alguien enfermo haciéndolo?
O también como decía Facundo Cabral (todavía te extraño Facundo y te aseguro que no es apego), “Aquél que trabaja todo el día en lo que no ama, aunque lo haga muy bien hecho, es un desocupado”.

Así pues la falta de sentido de vida en lo que hacemos desgasta la energía del Ser. Hacer sin crear, sólo repetir; hacer sin agrado, solo cumplir; hacer sin contribuir y generar bienestar, es sólo ocupar el tiempo.

2. Exceso de vitaminas para el Ego. Cuando en la dieta diaria ingerimos exceso de importancia personal: vanidad por la marca, comprar para llenar carencias, comer chocolatina en reemplazo de pedir abrazos, sobrevaloración de los esfuerzos o las tareas, abundante temor al qué dirán, dificultad para ser quien soy no importa delante de quien esté, entre otros, estamos sobrealimentando al tal-Ego. Esa bolsa sin fondo que parece no llenarse a pesar de nuestros esfuerzos cotidianos por mantenerlo en pié cuidando la imagen de lo que creemos que somos y que hemos aceptado sin la mediación de la consciencia y el alma.

Y lo contrario no es la estupidez, ni la dejadez, ni jugar al no importo o soy invisible. Cuando el Ego es el que manda hay más sufrimiento que dicha y ello conlleva una fuga de la energía necesaria para estar en sano equilibrio.

3. El poder de la “loca de la casa”. Ahhh ¡! Nuestra sobrevalorada mente tiene la capacidad de producir más videos que el mejor canal de televisión del mundo. Con ella volamos y resolvemos “lo que pudo haber sido y no fue” o creamos el mundo de fantasía del futuro soñado cual cuento de hadas. Con un exceso de diálogo interno, supuestos, interpretaciones, acomodaciones de lo que en realidad pasa, le damos de comer a la “loca de la casa” también conocida como la mente, la razón (algunos la defienden como inteligencias múltiples). ¿Se imaginan el trabajo que deben hacer las neuronas para mantener tan “creativos” guiones? El desgaste es evidente y no se compensa sólo tomando vitaminas, fosforo, hierro y aún algunas poderosas esencias florales (aunque las valoro enormemente). Lo que desde tiempo atrás algunos han llamado control mental, poder de la mente y recientemente la fuerza de “El secreto” para atraer lo que queremos (que en algunos casos es ciertamente útil), usado permanentemente nos aleja del fluir natural de las cosas, del ser testigos y observadores (no pasivos) del devenir de la vida y responder amigablemente ante los hechos. En otras palabras “A cada día le basta su afán”.

4. Sobredosis emocional. Las emociones naturales, es decir aquellas que nacen con nuestra naturaleza humana y terrenal (tristeza, miedo, alegría, afecto e ira), aunque bondadosas y sabias para ayudarnos a mantener el equilibrio emocional al permitirnos liberar tensiones y energías producto de lo que nos pasa, pueden llegar a ser generadoras de descarga de la batería interna, cuando son excesivas y sobredimensionadas. Es sano y natural sentir tristeza por pérdidas afectivas, pero no es saludable quedarse en un estado depresivo producto de apegos y temores infundados. De otro lado hay otras emociones, sentimientos, actitudes y comportamientos más adquiridos o aprendidos que propias de nuestra esencia, tales como celos, rivalidad, venganza, envidia, desamor, rabia, odio, entre otras, que sí son en sí mismas una verdadera pérdida energética que debilita todos nuestros sistemas y por ende afecta la salud, la calidad de vida y las relaciones.


RESUMEN:

El hombre que ha tomado consciencia de su naturaleza, de su esencia y de su propósito en este mundo, es un ser que ha recuperado el cuidado de su alma.

Ese hombre, sabe y entiende que en todo lo que hacemos esta presente una dimensión nuestra, invisible a los ojos pero sensible a los sentidos más profundos, que participa activamente en las acciones y deja su huella de una u otra manera.

Sabe igualmente que las relaciones, todos los roles que asumimos y todos los ámbitos en los cuales nos desenvolvemos, especialmente el trabajo, son en esencia escenarios para la expresión del alma.

El alma necesita entonces de cuidados, de tiempos, de lugares y de prácticas para su alimento, que garanticen no sólo que ésta se nutre, se expresa y se desarrolla sino también que cumple su propósito de vida y obra.


“El hombre se está perdiendo en el trabajo al anteponer
las necesidades básicas de supervivencia
a los principios básicos  y elementales de la existencia”

Rafael G. Hernández M


INTRODUCCION

Al parecer el hombre hoy se enfrenta, como en muchas otras ocasiones y situaciones,  a una dualidad: la supervivencia o la existencia.

En el mundo del trabajo, muchas personas o bien están sacrificando sus más profundas creencias y principios o simplemente están renunciando a ellos para mantenerse con vida en este mundo competitivo que se devora al hombre y su esencia.
En esta época que vivimos y más recientemente en los últimos 10 años, quizás producto de la acelerada globalización de los mercados, las organizaciones se han enfrentado a muchos cambios para sobrevivir. En los países en vía de desarrollo, muchas empresas han sucumbido a los grandes consorcios y empresas multinacionales, cediendo gran parte de sus acciones como una vía para su subsistencia.

Así, este llamado “crecimiento expansivo”, de los grandes grupos económicos transnacionales parece estar siendo, más bien, un regreso del capitalismo salvaje y voraz dispuesto a hacer lo que sea para satisfacer su insaciable apetito.

Estos movimientos están impactando fuertemente las culturas de las organizaciones y por supuesto la calidad de vida de la gente en el trabajo.

En Colombia, por ejemplo, empresas que antes eran nuestro orgullo por su crecimiento y desarrollo a través de la gente (y no a pesar de ella) han cedido sus principales prácticas en materia de gestión humana, a las nuevas políticas de sus nuevos accionistas, que sólo buscan los resultados, en la mayoría de los casos, a cualquier precio.

De otro lado, muchos directivos jóvenes, algunos producto de la cultura “Light” consideran los asuntos humanos del trabajo como temas meramente existenciales que no competen para nada a la organización pues su enfoque de la empresas se orienta más bien a lugares de trabajo, de producción, que a comunidades de aprendizaje que buscan su crecimiento y realización.

Todas esta situaciones encierran un concepto diferente de “desarrollo”, tanto organizacional como humano, que a su vez implica una serie de prácticas en la forma de hacer las cosas en el trabajo algunas de ellas que traen mayores conocimientos y tecnologías, pero muchas otras van en detrimento del hombre como centro de las empresas.

¿Pero, qué implicaciones tiene ello para el cuidado del alma?

Pues bien, como consecuencia de esa idea de desarrollo, se está dando un énfasis excesivo en la orientación del trabajo de las personas hacia lo meramente productivo, al elemento puramente técnico, al resultado en muchos casos a cualquier precio, afectando inclusive empleados, proveedores y hasta el mismo cliente.

La obsesión de muchos grupos empresariales por ser “gigantes” en el mercado global, los ha llevado a ver más las empresas como negocios generadores de riqueza para algunos que como verdaderos centros de desarrollo con beneficio para toda una comunidad, un país, el mundo.

Muchos, dejan su vocación, aquello en lo que han sido buenos, pioneros y reconocidos para incursionar en cualquier sector que sea atractivo desde la mera rentabilidad. ¿Sera que el miedo a ser “pequeños” se apodero de su ego?

1. EL LADO EXISTENCIAL DEL TRABAJO

“El hombre no existe para el trabajo, el trabajo existe para que
el hombre sea a través de él.”
Rafael G. Hernández M.

Si nos remontamos un poco en la historia, recordamos que Maslow hizo un gran aporte  a la comprensión del hombre con su modelo del funcionamiento jerárquico de las necesidades humanas. La pirámide de las necesidades de Maslow ampliamente divulgada por la psicología humanista y transferida al entorno de las organizaciones, generó una nueva visión de las acciones prácticas para adaptarse al medio.
El aporte esencial de Maslow  consistió en precisar que las necesidades humanas funcionan en forma jerárquica. Es decir que cuando una necesidad queda satisfecha aparece otra nueva necesidad. Ello hace que pueda decirse que si se satisface una necesidad que no está siendo percibida en ese momento, ésta no sólo no queda satisfecha, ya que el estímulo no es recibido, sino que permanece el estado de insatisfacción.
Sin embargo y aunque Maslow estructuró las necesidades del hombre en relación al trabajo, la mayor parte de las interpretaciones y aplicaciones en el mundo laboral se centran en la satisfacción de las necesidades “básicas” o de “supervivencia”, con el olvido o descuido de las trascendentes o existenciales que, finalmente son las que apuntan a la verdadera autorrealización, entre otras razones por que el trabajo no deja de ser sino uno de los elementos proveen la satisfacción del hombre y no el único como desafortunadamente lo es para muchos.
Así, y aunque hemos reconocido que somos seres definitivamente afectivos y espirituales, los modelos de desarrollo actual parecen desconocer este plano. Las organizaciones en sus “sistemas de trabajo” otorgan poco tiempo, espacio y recursos para el fortalecimiento de esta dimensión. Basta simplemente, a manera de ejemplo, observar como se pretende reemplazar un espacio de “cara a cara” como los son las sesiones presenciales de un equipo o de un jefe y sus colaboradores, por espacios y medios exclusivamente virtuales, donde la tecnología está volviendo al hombre un objeto y se está perdiendo como sujeto. En días recientes me decía un participante a un taller que llevaba casi tres meses sin “ver” (también dijo que sin sentir) a su jefe y no porque estuviera en vacaciones o incapacitado sino porque su comunicación se esta reduciendo al correo electrónico y a las tele conferencias.
Si no queremos convertirnos en víctimas de la tecnología, del desequilibrio, debemos entender que la concepción fría del desarrollo hace fácil  que ocurran más víctimas de tantos males que fácilmente hacen presa de las personas cuando la depravación socio-afectiva se vuelve costumbre.
Pero como siempre existen salidas, una de ellas le compete a cada individuo, así su empresa vaya en otra dirección. Cada uno debe recuperar el sentido del trabajo en su vida y entender cuál es la misión que está cumpliendo en esta tierra desde esa función, ese rol o esa tarea. Cuando alcancemos la respuesta al ¿PARA QUE ESTOY AQUÍ?, aplicada al equipo o la empresa, comenzaremos a descubrir que en definitiva, lo que considerábamos como esencial (funciones, procedimientos, tareas, etc.) no es más que un “pretexto” para el cumplimiento de una tarea mayor, la del Alma.

Pero, ¿Qué es el alma?

Si bien el concepto del alma es un tema que ha ocupado a cientos de filósofos, teólogos, antropólogos y psicólogos, entre otros, y sobre ella se han escrito cientos de hipótesis dependiendo de la perspectiva de su autor, también es cierto, como en muchos otros temas de esta misma naturaleza, que las respuestas dadas no se pueden dar por agotadas pues compete al cada persona, según su sistema de creencias el adoptar una determinada postura frente al tema.
De otro lado, algunos relacionan a noción de «alma» a los conceptos del yo, del pensamiento, de la conciencia, etc.,

Para efectos este escrito daremos un concepto de alma que, en nuestro sentir no riñe con otras ideas al respecto y tiene los fines ilustrativos requeridos para entender la afirmación que da origen al nombre de este documento.


El alma, es metafóricamente hablando es, “el aire que circunda al equipo, lo alimenta y lo hace crecer”:


  • El Alma es como el DNA del equipo: Aunque pareciera que en este caso ese DNA es invisible, según la física cuántica y los modelos holistas, existe un "Quantum" de energía, que contiene la proporción de ánima y animus que el equipo ha ido desarrollando. Así, éste contiene  la esencia de la personalidad del equipo que lo hace diferente de otros equipos y lo dota de unas características propias que impactan su desempeño y su productividad.
  • El alma del equipo comienza a gestarse desde su creación y se consolida en la madurez del equipo: Un equipo no nace con un alma plenamente conformada sino más bien con un espíritu incipiente que se va desarrollando conforme al proceso del equipo y se alimenta de las relaciones y los vínculos que se crean al interior del mismo.
  • El alma del equipo tiene características de quienes lo crean y de quienes lo conforman: No solo las razones y propósitos que dan origen a un equipo, determinan su naturaleza. Tanto quien o quienes lo crean como quines lo conforman, aportan un porcentaje a la conformación del alma del equipo. Si la proporción o porcentaje es equitativa a sus miembros, el equipo tiene entonces un alma representativa de sus partes.
  • El Alma del equipo tiene dos grandes componentes: El  Animus, que es el principio paterno y proporciona autoridad y dirección.  El  espíritu del padre esta presente en hombres, mujeres, familias,  organizaciones, lugares o naciones y por supuesto, en los equipos de trabajo.  Algunos podrían pensar que este componente corresponde a quien ejerce la Jefatura formal del equipo, mientras otros podrían pensar que este componente lo encarna el líder. Ello podría ser cierto para un equipo recién conformado y en proceso de estructuración. Sin embargo en un equipo maduro y desarrollado el Animus pertenece al equipo como un todo y no a las partes que lo conforman.
 
El segundo componente del alma, es el Ánima que representa el principio materno y femenino de la existencia y provee el cuidado, la atención, el afecto y la intuición, entre otros. Al igual que el animus, el anima esta presente en hombres, mujeres, familias,  organizaciones, lugares o naciones y por supuesto, en los equipos de trabajo. Así, en un equipo maduro y desarrollado, el cuidado del equipo, en todas sus dimensiones, es un atributo que no puede estar en cabeza de una sola persona.  En las etapas de conformación de un equipo de trabajo, este aspecto suele ser clave para toda la vida del equipo y por tanto requiere de especial atención.


Pero, ¿cómo se conforma y desarrolla el alma de un equipo?


3. El ALMA DE LOS EQUIPOS: SUS RELACIONES

"En el trabajo, los signos sutiles de una posible amistad
suelen aparecer rápidamente, y la gente descubre
amigos en potencia entre sus compañeros de trabajo.
Creo que las empresas harían bien en tener en cuenta la importancia de estas amistades para alimentar y sostener el alma del negocio"

(Thomas Moore. Las Relaciones del Alma)

Hablar de “relaciones” en el mundo organizacional puede sonar en principio algo extraño por las connotaciones que normalmente se le dan a esta palabra y mucho más cuanto éstas se mencionan en el contexto del desarrollo del alma de un equipo de trabajo.

Términos como compañeros de trabajo y amigos, relaciones de trabajo y relaciones de amistad, aparecen como situaciones que no deben ir mezcladas. En muchas ocasiones se tiene la creencia que fomentar las amistades en el sitio de trabajo no es conveniente para la productividad ya que hace que el cumplimiento de normas y otros puedan ser flexibilizados o a veces pasados por alto, en gracia del vínculo y los afectos que se establecen entre las personas. Aun más, muchas organizaciones tienen dentro de sus políticas la prohibición expresa de generar vínculos que puedan poner en situación difícil la toma de decisiones por aquello de los conflictos de intereses.

Así entonces, en el mundo laboral se tiene la creencia que las relaciones de trabajo deben enmarcarse casi exclusivamente en relaciones meramente funcionales y centradas en las tareas o en los procesos, en la autoridad o poder externo que dan los cargos o en las tareas y en los resultados que deben producir los equipos de trabajo.

El resultado es fácilmente predecible. Las personas no se relacionan entonces desde y por lo que SON sino desde y por lo que HACEN, provistas además de máscaras que les impiden mostrar lo que verdaderamente son, generalmente  por temor a la opinión de otros sobre ellos, a la no-aceptación de sus ideas, o a no tener el reconocimiento externo aparentemente requerido para sobrevivir en comunidad, entre otros.

Nada más lejano a las realidades y necesidades del Ser y del alma de los equipos, que todas estas prohibiciones que alejan a quienes hacen parte de una organización de ver y entender con amplitud de consciencia, el propósito esencial que los reúne al hacer parte de una misma "familia", "comunidad" o "equipo de trabajo" lo cual, obviamente, sólo se consigue creando relaciones de confianza,  basadas en el respeto mutuo y en una adecuada comunicación que alimente el conocimiento del otro y facilite el intercambio de ideas, opiniones, y sentimientos a través de diversas actividades.

Por su misma naturaleza, quienes conforman un equipo de trabajo, requieren  una serie de elementos conectivos que les permitan sentir que, evidentemente, "hacen comunión" alrededor de tales elementos y que éstos tienen en si mismos el poder de movilizar dicha comunidad hacia el logro de objetivos centrados en el bien común.


4. El SENTIDO DE LAS RELACIONES


“Toda relación tiene un propósito mayor. Descubrirlo y hacerlo realidad
es una tarea digna y plausible”       
Rafael G. Hernández M.

Como se dijo antes, muchas personas se relacionan desde una perspectiva meramente funcional y esto suele suceder con mucha frecuencia en los equipos de trabajo. Cuando ello ocurre el verdadero propósito de la relación puede llegar a permanecer oculto y el alma del equipo puede no consolidarse.

De igual manera, todas las personas con quienes nos relacionamos cumplen un papel en nuestras vidas que va más allá del rol que representan. Así, el jefe “debe” ser más que un jefe, el padre, más que un padre, el vecino, más que un vecino. Y, ¿el compañero de nuestro equipo de trabajo, que viene siendo?

Sin embargo, al mirar las relaciones desde una perspectiva estrecha del rol, la función, la tarea, el beneficio, pasamos por alto un sentido existencial mayor que está implícito en toda relación: Un aprendizaje para la vida.

Podemos decir sin temor a equivocarnos que toda persona con quien nos relacionamos trae para nosotros una lección de vida, un aprendizaje vital que sólo puede darse en esa relación y que, precisamente por ello, el sentido de la relación está allí y trasciende las razones con que comúnmente explicamos cualquier relación. El sentido o propósito entonces de cualquier encuentro, no importa su duración, va más allá de los hechos que ocurren en dicho encuentro.

Así podemos decir que las relaciones son en sí mismas una gran escuela, un laboratorio donde los hechos que ocurren son los simples medios para que tenga lugar el verdadero sentido de cualquier relación.

Para un equipo de trabajo este asunto no debe pasarse por alto. Un grupo de personas no sólo se reúne entonces para desarrollar un proyecto, mejorar un proceso, lograr unas metas. Un equipo de trabajo tiene una misión de desarrollo para y por los miembros que lo conforman. Esa es la tarea de su “alma”, ya sea del “ánima” o del “ánimus”.


5. LA ESENCIA  DE LAS RELACIONES

“Todas nuestras relaciones pueden tener Alma, no sólo aquellas
que se consideran especiales”
Thomas Moore

Cuando entramos en contacto con cualquier persona, generamos una opinión o primera impresión sobre esa persona sobre nuestra relación con ella.

Esta primera imagen, puede ir evolucionando con el tiempo y llegar a cambiar significativamente o permanecer igual, dependiendo de la profundidad que le demos y del conocimiento que se genere entre las partes.

Socialmente, clasificamos como relaciones especiales aquellas que llevan implícita una cierta carga afectiva emocional que consideramos importante y relevante para la relación misma, ya sea amistad, aprecio, amor o cualquier otro sentimiento. Si éstos afectos crecen, el vínculo que se establece es cada vez mayor y conforman para la mayoría el eje o alma de la relación.

Sin embargo, toda relación tiene un “alma” por desarrollar, no importa la impresión que nos hayamos llevado o que tengamos de la persona ni el tipo de vínculo que exista.

El “alma” de la relación podría decirse que es un hilo conector invisible que une a las personas para que, mediante ese contacto puedan desarrollar el propósito de la relación.

Entonces, si el alma de un equipo es “el aire que lo, lo alimenta y lo hace crecer”, las relaciones son el “hilo conector” que hace posible la existencia del alma del equipo.

Y, ¿cómo se crea ese hilo?

6. CONOCER AL OTRO

“Quien no conoce nada, no ama nada”  
Autor desconocido.

El conocimiento del otro es, en sí mismo, el vehículo perfecto para descubrir el “alma” de la relación y por ende el propósito que trae consigo.

Sin embargo este conocimiento no puede ser superficial y ligero fruto de las relaciones funcionales ya mencionadas. Requiere de las partes un grado de apertura y profundidad que permita ir revelando los misterios mismos de la relación y el sentido que tiene la presencia del otro en nuestras vidas.

El verdadero conocimiento del otro, trasciende las funciones, las tareas, los gustos; es decir, supera el terreno de lo obvio, de lo conocido, de lo que normalmente se expone sin restricción alguna. El verdadero conocimiento permite que cada persona exponga abiertamente su “ánima” y su “animus” para que el alma del equipo los contenga a ambos.

El auténtico conocimiento implica cierto grado de desnudez ante el otro que permita mostrarnos como somos, libres de prejuicios, temores, máscaras, etc. Para ello, es necesario superar ideas equivocadas tales como “El qué dirán”, “No me van a aceptar”, “No tenemos nada en común”, “Voy a hacer el ridículo”, “No se puede confiar en la gente”, “Me pueden volver a herir”, entre otras.

Cuando se “integra” un equipo de trabajo, poco tiempo se invierte en la verdadera “integración”. Los elegidos son convocados para “producir” y lograr resultados pero, en ese camino, los miembros suelen pasar juntos muchas horas dedicados a las tareas y ser unos perfectos desconocidos que, lo único que parecen tener en común, y eso si acaso lo comparten, es la tarea misma. Todo el tiempo que se invierta en el fortalecimiento de unas relaciones auténticas entre los miembros de un equipo, recompensarán con creces el propósito que los haya llevado a estar juntos.

Pero, ¿cómo se llega al conocimiento profundo del otro? Pues necesariamente desarrollando todas las habilidades comunicacionales posibles que permitan el acercamiento necesario para que fluya el conocimiento.

Comúnmente, centramos nuestra comunicación con el otro casi exclusivamente en la palabra hablada. Si bien está tiene un poder inmenso tanto para acercar como para alejar dado el poder que tiene por las connotaciones emocionales que es capaz de provocar, hay muchos otros canales no explotados ni aprovechados en su infinito potencial: la palabras escrita, el lenguaje de los gestos, del cuerpo, el color, el olor, el espacio físico que existe en el momento de la comunicación, aún el mismo silencio y por supuesto, la escucha.


INVITACION FINAL

Si las organizaciones quieren crear verdaderas culturas de trabajo en equipo, no deberían pasar por alto la existencia del alma en los equipos.

Aunque pueda sonar muy simple, si se quiere avanzar en el mundo de la productividad, ésta debe ser basada en relaciones y para ello, hay que promover

las relaciones desde el alma. Así mismo, si se quiere fortalecer el alma de un equipo, pues hay que trabajar por ello. La evitación del contacto con el otro, un mecanismo de defensa y de autoprotección muy usado en épocas de miedo y desconfianza, no soluciona el asunto.

El riesgo es inminente pero los beneficios para la calidad de vida son superiores. Sólo abriendo las puertas de nuestro mundo al otro, podremos crear puentes y derrumbar los muros que hemos venido construyendo queriéndonos proteger, cuando en realidad nos hemos ido quedando solos.

Atreverse al conocimiento de si mismo, a través del otro, es una forma natural de crecimiento que redundará en aprendizajes significativos para la vida. Un equipo de trabajo que se conoce y se conoce bien podrá trascender la tarea e independientemente de los resultados que obtenga, habrá alcanzado un nivel de desarrollo superior al que tenían individualmente sus miembros antes de conformarlo.

El Alma de toda relación existe aun cuando no la hayamos descubierto. El alma en un equipo de trabajo existe. El reto está en hacerla evidente para que pueda alcanzarse el propósito básico de toda relación. En ese camino, requieren el fortalecimiento de sus dos componentes, ánima y ánimus deben ser equitativamente cultivados para dar a luz un alma viva y completa.

Sólo desarrollando nuestro potencial comunicacional y relacional podremos llegar a contactar verdaderamente con el otro y desarrollar así los vínculos necesarios para acrecentar, disfrutar y celebrar nuestra participación en EQUIPOS QUE TIENEN ALMA.


BIBLIOGRAFIA

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Ulloa, Luis Felipe. 2001. Vers.. 09/12/13. --A Construir organizaciones con alma: El Espíritu de las organizaciones. Capítulo de “A Construir la foto de la organización”.--  Versión primaria en CAMPO GRUPAL (Biblioteca Grupal).